"Lo perfecto es enemigo de lo bueno".

- Voltaire

Se ha puesto de moda considerar la perfección como una mala palabra. El argumento es que si te esfuerzas por alcanzar la perfección, nunca enviarás nada. Pero, como todos los tópicos, la verdad es mucho más matizada.

Baja un peldaño de la perfección en la escalera de la calidad y te encuentras con "suficientemente bueno". "Suficientemente bueno" establece un listón de calidad, y un listón de calidad se convierte rápidamente en un techo de calidad. Con el tiempo, hacer cualquier cosa por encima del listón se considera "una pérdida de tiempo". Es fácil ver cómo esta mentalidad se convierte en una espiral de mediocridad.

Si realmente quieres hacer algo grande, procura hacerlo lo mejor posible. Siempre. Si no es así, la gravedad de la familiaridad y el compromiso lo arrastran al reino de la monotonía.

Buscar la perfección tiene la divertida consecuencia de hacer que se mejore continuamente cada microdecisión. No se toleran los compromisos que normalmente se permitirían y que harían que la experiencia pasara de ser estelar a ser normal. Todos los miembros del equipo se centran en hacer su mejor trabajo y no pueden imaginarse defraudar al equipo dando algo menos.

La perfección no es un estado final, sino un ideal. Un ideal que inspira la mejora continua al plantear la pregunta: "¿Cómo puede ser esto mejor?". Un ideal que creemos que vale la pena perseguir.