El compromiso es un método muy utilizado para alcanzar el consenso en torno a dos puntos de vista diferentes. Pero en un proceso de diseño, el compromiso entre las partes interesadas a la hora de definir las intenciones casi siempre da lugar a una experiencia de usuario subóptima.

Jugar al tira y afloja con las intenciones de diseño acabará dando lugar a soluciones que no son ni de aquí ni de allá. Dividir la diferencia es una trampa.

La mejor manera de evitar un diseño comprometido es comprometerse con una intención y llevarla hasta el final, incluso si hay dudas entre los miembros del equipo. Si descubres que la intención era errónea, prueba con la otra. Nunca mezcles intenciones. Esto no sólo dará lugar a un diseño mucho más adecuado, sino que también tendrás una idea mucho más clara del porqué. Y en el diseño, el aprendizaje es el rey.